CUANDO EL VERBO SE HIZO CARNE….

(Palabra y Cuerpo en Terapia Gestalt)


Serge Ginger

Fundador de la Escuela Parisina de Gestalt


Introducción


Hace unos veinte años que practico una Terapia Gestalt muy “corporal”, en la que no sólo no están prohibidos los movimientos y contactos corporales sino que los estimulo en su triple dimensión de vehículo de las emociones, metáfora y lenguaje. Y lo hago de la misma forma en una terapia (de hecho casi siempre “individual) “dual” que “grupal”.

Por tanto, no se trata de proponer “juegos” o “ejercicios” artificiales o preparados de antemano sino de aprovechar las actitudes habituales, los gestos o los “microgestos” inconscientes, toda la vida expresiva espontánea de los cuerpos: el del cliente, pero por supuesto también el del terapeuta.

Vamos ahora a preguntarnos acerca de algunos puntos específicos:


Pero, en primer lugar, la pregunta tradicional: ¿es la Gestalt una terapia “psicocorporal” (1) o una “psicoterapia intermedia corporal y emocional? Por lo general se suele escuchar más esto último.

Laura Perls afirma:

Hay un asunto en que el nunca insistiré suficientemente: el trabajo corporal forma parte integrante de la Terapia Gestalt. La Gestalt es una terapia holística, lo que quiere decir que toma en cuenta el organismo en su totalidad y no solamente la voz, el verbo, la acción o cualquier otra cosa.” (2)

“…Utilizo todo tipo de contacto físico si pienso que puede facilitar que el paciente de un paso hacia su awareness de la situación presente (…). No tengo una regla especial por lo que respecta a los pacientes hombres o mujeres. Puedo encender un cigarrillo, alimentar a alguien con cuchara, arreglar el cabello de una chica, abrazar o estrechar a un paciente contra mi pecho, si siento que esa es la forma para establecer una comunicación inexistente o interrumpida. Igualmente, toco a los pacientes y permito que me toquen para tener la experiencia de un crecimiento de su awareness corporal (…).

Y añade: “parece haber una gran divergencia de opiniones y mucha ansiedad respecto de si el contacto físico en terapia puede aceptarse (…)”. (3)

Laura Perls no separa la Gestalt de la expresión artística y corporal (4). Como es sabido, había tenido, junto a su formación psicoanalítica, una formación artística (música y danza) y una formación específica en diversas técnicas corporales (Alexander, Feldenkraïs, euritmia de Rudolf Steiner, etc.).

La práctica actual de todos los gestaltistas incluye la atención permanente al cuerpo (observando la postura, la respiración, la voz, los microgestos, etc.). Sin embargo, muchos de ellos apenas intervienen directamente en el cuerpo del cliente y movilizan bien poco su propio cuerpo.

Al comienzo de su práctica, el mismo Fritz Perls, que acababa de dejar el psicoanálisis a favor de la Gestalt, mantenía a sus pacientes acostados en el diván (como lo hacía su maestro Wilhem Reich). Posteriormente, ya anciano, raramente abandonaba su sillón.

Por su parte, Isadore Fromm, uno de los primeros discípulos de Perls, considera a la Gestalt como una terapia “dialógica”, basada esencialmente en el diálogo verbal. Otros gestaltistas (lo mismo en Francia que en EEUU) utilizan rara vez el cuerpo de forma activa o interactiva: prefieren observarlo e interpelarlo verbalmente.

De hecho, ni los principios teóricos fundamentales, ni la metodología específica de la Gestalt, comportan la obligación de movilizar corporalmente: el enfoque global fenomenológico y existencial, la teoría del self, la observación de las perturbaciones del ciclo de contacto (5) y de las “resistencias”, necesitan bien poco de la intervención activa del cuerpo.

Sin embargo, con ello nos privamos, en mi opinión, de una potente cantera que contribuye a la intensidad y profundidad del trabajo y que permite al tiempo aumentar su eficacia y disminuir su duración.

Igualmente, la gran mayoría de los que practican actualmente la Gestalt dan un lugar privilegiado a la vivencia corporal del cliente así como también a la del propio terapeuta. Se interesan tanto por la sensorialidad receptiva (“¿qué sientes ahora?”) como por la actividad motriz del organismo (“Te propongo que te levantes y que camines un poco…) y no dudan en moverse ellos mismos (ya sea modificando eventualmente la distancia o estableciendo un contacto corporal momentáneo, que puede llegar a la ternura terapéutica o a la confrontación física).


El cuerpo también miente


El lenguaje corporal es con frecuencia profundo, rico y lleno de matices. Ahora bien, de ahí a sostener un “Credo” de moda (y que todavía se escucha mucho) según el cual “el cuerpo jamás miente” hay un paso demasiado largo que me guardaré muy mucho de dar.

Mis palabras bien pueden mentir deliberadamente o traicionar mi forma de pensar a pesar mío… pero ¡también mi cuerpo puede hacerlo por su parte!

Fiarse del cuerpo no es ni más ni menos razonable que fiarse de la palabra del cliente…

Ahora bien ¿por qué dejar de lado esta fuente permanente y considerable de mensajes complementarios que nos proporciona el cuerpo, sean o no congruentes o discordantes con los mensajes verbales explícitos?

Para un gestaltista, el lenguaje corporal tiene la ventaja de tener sus raíces en el aquí y ahora, en tanto que la palabra fácilmente puede perderse en el “allá y entonces”, al preocuparse más del qué que del como.

Los sentimientos que se manifiestan se plasman con más frecuencia en la voz, en la respiración y en la postura. El cuerpo y las palabras entran en resonancia, se ensamblan el uno con el otro en un feed-back mutuo y amplificador





Los “juegos” o “ejercicios”


Cuando se practica Gestalt en grupo se multiplican las posibilidades de utilizar el cuerpo. La interacción corporal directa entre cliente y terapeuta es más limitada en situación dual , tanto por razones materiales como psicológicas o deontológicas (riesgo de connotaciones sexuales ambiguas en eventuales manifestaciones de ternura; freno de la confrontación agresiva).

En grupo, se pueden fácilmente proponer “juegos” o “ejercicios” de calentamiento o de amplificación según la situación que surja con espontaneidad. Como es natural, no se pueden programar estos ejercicios con antelación, de forma precisa: es fundamental que respondan a la atmósfera y a las preocupaciones del momento.

Pueden implicar al conjunto del grupo o a un cliente en particular y tener objetivos de experiencia muy diversos, seguidos de toma de conciencia: vivencia de abandono, de soltar, de ternura, de cerrarse, de afrontar, de riesgo, de descubrimiento, de confianza, de límites, etc…

Por ejemplo, se puede:

Decenas de juegos que tenían inicialmente como meta observar las dificultades del ajuste creativo entre el individuo y su entorno se han hecho comunes y a veces se sacan de su contexto original, incluso sin justificaciones metodológicas ¡por simple diversión! En principio, de lo que se trataba es de poner de relieve el proceso de contacto, de retirada, de evitación, de resistencia o de conflicto a nuestra frontera de contacto y, en consecuencia, de hacer explícito lo que quedaba implícito.

Ya Ferenczi escribía en 1931:


Ciertamente tenía razón Freud al enseñarnos que el psicoanálisis obtiene un triunfo cuando logra reemplazar la acción por lo recordado; pero pienso que es también una ventaja suscitar un material importante actuado que `pueda ser seguidamente transformado en rememoración.”


También podemos observar la importancia de este material corporal actuado en diversos autores de la Escuela inglesa de psicoanálisis (en buena parte surgida de la Escuela húngara) y principalmente en Winnicott, de quien se ha destacado muchas veces el parentesco ideológico con Perls. Y me refiero en especial a las técnicas de holding (forma que tiene la madre de sostener o llevar a su bebé) y de handing (forma de cuidarlo, de manejarlo).

La haptonomia de Frans Veldman también desarrolla la terapia por medio del tacto y propone varias técnicas cercanas a determinadas prácticas gestalticas.

También encontramos con frecuencia el tema del cuerpo en el psicoanalista D. Anzieu, muy influido por la Escuela inglesa. Escribe, por ejemplo:


En la actualidad el gran ausente, el desconocido, el negado (…) en el psicologismo de muchos terapeutas (…) es el cuerpo en cuanto que se trata de una dimensión vital de la realidad humana, como un dato presexual e irreducible, como aquello sobre lo que se vuelcan todas las funciones psicológicas.” (6)


lo que no le impide lanzar el “doble edicto de tocar” (a lo que parece que ha renunciado en la actualidad).


También el terapeuta está encarnado


Se trata por lo tanto de interesarse no solamente por el cuerpo del cliente sino también por el del terapeuta.

A este respecto, es de mencionar la famosa boutade de Levitski : “La terapia Gestalt es una terapia centrada…en el terapeuta” (¡). Dicho de otra manera, el terapeuta “en todo momento” permanece vigilante a su propia sensación en el campo cliente-terapeuta, está en el awareness de su propia contratransferencia y en especial de su contratransferencia corporal (un tema tanto desarrollado por Ferenczi y por Melanie Klein como por Laura Perls y retomado en el libro de Didier Juston acerca de “La transferencia en psicoanálisis y en la Terapia Gestalt). Por otra parte, sería paradójico animar al cliente a una expresión total y unificada de todo su ser y quedarse uno mismo atrincherado en una expresión limitada a la expresión verbal (¡).

Por tanto, no soy pasivo “pero no por ello soy directivo”: intervengo, pero en el sentido propuesto por el cliente (explícita o implícitamente). Intervengo con la palabra pero también con el silencio; intervengo por medio de mis actitudes, pero también con mi inmovilidad, como con el movimiento o con gestos deliberados.

De forma paradójica, quisiera subrayar, en este punto, que la intervención no verbal es generalmente menos inductora que la verbal y por ello más respetuosa con la autonomía del cliente. Efectivamente, este último es libre de hacer con ella la “lectura” que le convenga.

Por poner un sencillo ejemplo: si, en un momento dado, retrocedo un paso, el cliente puede:


etc.


En otras palabras, es libre de reaccionar a su gusto a esta modificación de la situación que yo he creado. Evidentemente, no soy “neutral” y he hecho este gesto….



Pero, cualquiera que sea la situación, la polisemia de la lectura corporal permite el ajuste creativo del cliente, bajo su propia responsabilidad. Mucho más que si por ejemplo le expresara: “¡Ahora haces que tenga ganas de distanciarme!”.


El cuerpo como lenguaje, desde una perspectiva holística


Consecuentemente, nos interesamos por el cuerpo:


Por tanto, no se trata de hablar del cuerpo, sino de hablar con el cuerpo, por medio del cuerpo, de hablar “cuerpo a cuerpo” (como se habla de “corazón a corazón”): la Gestalt ha subrayado muchas veces el valor movilizador del “discurso directo”.

Entonces, subrayo que, en general, no se trata de una secuencia de trabajo específica. Menos aún de un “ejercicio” corporal o de un “juego” (¡). En este punto hay un malentendido fundamental con respecto al espíritu mismo de la Gestalt, que recuerda constantemente la unidad del cuerpo y del espíritu, su unicidad: no se trata de hacer, de vez en cuando, “trabajo corporal” y otras veces de relacionarse verbalmente, sino –en todo momento- de compartir perfectamente y a la vez en el plano verbal, emocional y corporal, en un “tejido” entrecruzado permanentemente.


El cuerpo y el cerebro


Hay que señalar que el lenguaje corporal afecta a las zonas profundas del cerebro: el hemisferio derecho, ligado de manera privilegiada (por la “vía perforante”) a las zonas límbicas de las emociones y de los aprendizajes; en tanto que el lenguaje verbal afecta esencialmente al hemisferio izquierdo y a las zonas corticales, más superficiales.

El registro duradero de una experiencia lleva consigo lo que yo llamo la movilización límbica, favorecida ampliamente por la movilización corporal. La verbalización permanece sin embargo indispensable para “titular” la experiencia y para poder volverla a encontrar (lo mismo que ponemos un título a un documento antes de registrarlo en el ordenador, o ponemos etiquetas a los cajones en que clasificamos los documentos par poder tener acceso a ellos cuando los precisemos). Sin ello, la vivencia corporal y/o emocional se archiva bien, pero no puede ser utilizada. De ahí la importancia del “feed-back” verbal. Un trabajo emocional que no tenga un seguimiento verbal deja a menudo pocas huellas duraderas y utilizables, mientras que un trabajo verbal que no vaya acompañado de una participación emocional y corporal comporta pocas modificaciones profundas en la conducta.

Todos sabemos que el tacto es el primero de nuestros sentidos. Desarrollado ya in utero; es también el que ocupa la superficie mayor de nuestro cuerpo y el que moviliza el mayor número de terminales nerviosas. Así como podemos vivir ciegos o sordos, si perdemos 1/7 de la piel no podemos sobrevivir. Recordemos que el homúnculo reserva en el cortex 1/3 de la superficie total para la mano y para los dedos (solamente el pulgar ocupa la misma superficie que las dos piernas) y 1/3 para el rostro (la mitad para la boca). El tacto es el sentido esencial en nuestra infancia, antes de la adquisición del habla (infans) y así se queda en muchas personalidades arcaicas (psicóticos y borderline). Incluso psicoanalistas tradicionales estiman que, con este tipo de clientes, es conveniente suspender “el interdicto de tocar” (Groddeck, Anzieu, Racamier, Pasini, Levoboci) y manifiestamente utilizar el tacto con intensidad (masajes, baños, “packs”, etc.,). Ya Freud escribía en Dora: “Quien se calla con los labios charla con la punta de los dedos: se traiciona por sus poros” y en sus Tres ensayos:”el yo es ante todo un yo corporal”. Para Winnicott “el verdadero self proviene de la vida de los tejidos corporales y del libre juego de las funciones corporales, incluido el del corazón y el de la respiración”.

A nadie le sorprenden los estrechos vínculos de la piel con el cerebro, pues ambos órganos provienen, en gran parte, de la misma capa embrionaria inicial: el ectoblasto, que posteriormente constituye la epidermis, así como lo esencial de los otros órganos de los sentidos (boca, nariz, orejas y ojos) y por supuesto el conjunto del sistema nervioso.

Esta relación entre el exterior y el interior, de la forma y del fondo, está en el mismo corazón de la Gestalt.


El cuerpo y la cultura


Tenemos que denunciar con energía la connotación de sexualidad y de pecado asignada al tacto en nuestra cultura judeo-cristiana: a menudo, tocar al otro es percibido no como una señal de interés, de ternura y de afecto, sino como un atentado a su integridad. Son prejuicios muy enraizados y perduran a pesar de los numerosos trabajos acerca del apego (attachment) (Bowlby, Montaignier, Harlow,Kphler, etc.) (7). Estos trabajos han mostrado ampliamente que el contacto cutáneo –no únicamente el tacto selectivo (caricia con la mano), sino el contacto global (abrazo de todo el cuerpo)- es una necesidad fundamental, innata en todos los mamíferos, una necesidad para el pleno desarrollo de la criatura, indispensable para una vida sexual ulterior equilibrada. Por ello, es importante que los terapeutas se formen en el arte del tacto así como en una sana “gestión” de su propia sexualidad (8), ya que si el rechazo a la propia sexualidad puede engendrar una neurosis (Freud), considero que su “liberación” anárquica puede llevar a una psicosis (despersonalización, llevando consigo una descompensación).

Inter-dicto es “inter-acción” o “inter-venir”: no es impedir la relación, sino muy al contrario favorecerla. “Interdicto” quiere decir “comunicación”, “hablar entre dos personas” (en francés antiguo por cierto se decía “entre-decir”). Vemos aquí la misma evolución del sentido etimológico que en “agredir” (de “ad-gresere”: ir hacia el otro) o “afrontar” (hacer frente), lo que testimonia la constancia de las pulsiones agresivas en el inconsciente colectivo de los pueblos latinos.

Desconfío por igual del tabú del cuerpo (mantenido por nuestras actuales “religiones”: el catolicismo y el psicoanálisis) que de la mística y del fetichismo del cuerpo (desarrollado a partir de ciertos enfoques de bioenergética) que pretenden que “el cuerpo jamás miente” y que contiene toda la verdad, etc.

El cuerpo también posee sus símbolos y no deberíamos considerar el lenguaje como la única fuente de acceso a la simbolización (Gentis). Existe un código social de los gestos (ver “La llave de los gestos” de Desmond Morris). En consecuencia, depende de si estamos en Francia, en Italia, en EEUU o en Irán, gestos simples toman un significado muy distinto, incluso opuesto.

Por ejemplo:

Por tanto, pasar del lenguaje verbal al corporal codificado está lejos de ser un empobrecimiento: puede ser igualmente una profundización y un enraizamiento.

Así quiero entender por mi parte, el simbolismo del mensaje de la Encarnación:

Puesto que, al fin y al cabo, es el Verbo el que se hizo carne… ¡y no a la inversa!


1. Ver mi comunicación al 1º Congreso internacional de Somatoterapia, publicado en el nº 2 de la Revista (marzo 1989)

2. Entrevista a Laura Perls de Edward Rosenfeld, en The Gestalt Journal. Vol. 1.1978

3. Laura Perls, IV Congreso de la Academia estadounidense de Psicoterapeutas (Nueva Cork 1959), que reunió a renombrados terapeutas de cinco orientaciones distintas.

4. De hecho, la Gestalt es también una “arte-terapia”.

5. Algo que los Polster prefieren con razón llamar “mecanismo de auto-regulación de la frontera de contacto”

6. Ver Didier Anzieu: “Le Moi-Peau” en “el fuera y el dentro”. Nueva Revista de Psicoanálisis. N19. 1974, retomado en su reciente y excelente obra: Le Moi-Peau (El Yo-Piel), Paris, Dunod.1985

7. Recordemos también los trabajos de Hermann (psicoanalista de la escuela húngara y supervisor de >Perls) acerca de la pulsión de aferramiento (1930) y de dominio. Según él, los estados límites se deberían a una alternancia brusca y repetida de “sujeción” y de “des-sujeción”.

8. Varias encuestas estadounidenses y canadienses establecen que… 15 a 20% de los terapeutas de todos los enfoques pasan al acto sexual con sus clientes (con mayoría de psicoanalistas).












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